eniu cinc minuts?
Doncs us convido a passejar amb calma, sense presses, pel parc de "La España Industrial" Aquest cop de la mà de "El Paseante"
Si ho voleu, la música us acompanya
"Confessin" Ignasi Terraza – Oriol Romani
Parc de l'Espanya Industrial
Comenzó a llover. Acababa un domingo, y desplegué el paraguas para asistir a la remodelación del Parc de l'Espanya Industrial. Ha quedado inmaculado, geométrico, suizo. Hacía tiempo que no lo visitaba.
Desde la parte superior de esa gradería, que precipita sus peldaños blancos hasta la superficie del segundo mayor lago de la ciudad, observé que las autoridades municipales han eliminado los grafitis del cemento, de los muros de los nueve faros que presiden el espacio, del dragón de acero negro.
Ya no estaban los niños que hace años descendían por esa recreación del mito de Sant Jordi,
ni los patos que flotaban en el estanque.
Han desaparecido los trazos de remo con que los enamorados dibujaban su amor en el agua, a bordo de esas antiguas barquitas de juguete. Tampoco queda rastro de mi sombra al lado de Ana,
caminando por las pasarelas en busca de ese pabellón sucio y decadente de color rosa: la Casa del Mig.
Nos gustaba ese cisne que siempre flotaba a la deriva, como una boya, frente a los muros desconchados. Ella sacaba un mendrugo de pan de mi mochila, y lo lanzaba para formar círculos en el agua. El ave nadaba elegante hacia él.
Ya no existe ese balcón en la esquina de las calles Watt con Autonomia, repleto de plantas y de donde siempre surgía un hilo de música. Era jazz. Me hubiera gustado vivir allí, pero ahora ocupa ese solar un edificio de nueva construcción sin balcones, ni plantas, ni canciones. Aséptico.
Como el parque al que, después de ocho meses de obras, le han arrancado su piel canalla, y lo han convertido en un espacio con parterres vallados para que los perros no corran por ellos.
Con todo, me gustó el pequeño bosque de encinas en el centro.
Las esculturas de Plazuelo, Casanovas, Fuxà y Caro volvían a estar como salieron del taller, sin inscripciones -presuntamente románticas- tatuadas en ellas. El reflejo de los neones azules de un hotel cercano temblaba en la superficie del lago.
Me agradó el silencio que abundaba allí ese atardecer oscuro. Circundé en soledad, bajo la lluvia, esas instalaciones que diseñó el arquitecto vasco Luis Peña Ganchegui, en 1985. Me gustó pasar mi vieja mano izquierda sobre las superficies nuevas.
Regresé al punto de partida, en la parte alta de las gradas, y retraté con mi cerebro los cipreses bajo los faros, erguidos como ellos.
Una chica intentaba fotografiar a una pareja que discutía al amparo de un paraguas rojo. Se escondió tras un muro. Seguramente era fotoperiodista. Quizá una vez me tomaron una instantánea con Ana junto a una de las torres, y esa imagen forma parte de un álbum que reposa en una estantería a mil kilómetros de distancia.
Quizá nos inmortalizaron en el Parc de l'Espanya Industrial que, a mediados del siglo XIX, alojaba una industria téxtil: el Vapor Vell. Allí, en 1897, el pionero Fructuós Gelabert filmó una de las primeras peliculas catalanas: Salida de los trabajadores de la fábrica España Industrial, en 1897.
Maqueta del Vapor Vell de Sants al Museu de la Ciència i de la Tècnica de Catalunya (Terrassa) Foto de Vikipedia
Ahora, bajo la lluvia, todo era inmaculado, geométrico, suizo. La fotógrafa se largó tras la pareja del paraguas rojo. Me quedé solo en el mirador. Pensé que habían transcurrido ciento trece años de imágenes tomadas por gente anónima en el parque, desde que Gelabert plantara su cámara prehistórica en ese mismo lugar. Me acordaré de un par de ellas, que me incumben.
Les fotografies sense signatura són de Xurri del blog Post-its sacados de la papelera